Compartir en la naturaleza y fortalecer la confianza en el otro. Eso es lo que hacen en cada salida Adrián y Giulliana Domínguez. Él se inició por curiosidad en el mundo del montañismo, pero un día se animó a ir un paso más allá: comenzó a escalar. En una de las clases vio algunos niños y le pareció que la propuesta podría seducir a su hija. Y así fue. ¿Lo mejor? Ahora los une la pasión.
“Cuando escalás, dejás toda tu confianza en el asegurador, que está abajo teniéndote la cuerda y pendiente de vos. Es la primera vez que compartimos algo juntos; se nota el cambio en nuestra relación, el acercamiento y la complicidad”, cuenta él hasta que su hija lo interrumpe: “compartís más cosas. Yo le comento de videos o imágenes sobre el lenguaje técnico que se usa en el deporte, y eso no lo entiende cualquier persona”.
Padre e hija descubrieron un mundo común sin querer. Y además de reforzar su vínculo, comenzaron a crear nuevos recuerdos. “Ella es una chica a la que le encanta estar en movimiento. Le gustan los desafíos. En casa, de chica se trepaba donde pudiese. Por eso y por el contacto con la naturaleza, me pareció que la escalada podría ser para ella. Le dije ‘hacé la prueba un día y ves’. A partir de ahí, empezó a compartir con compañeros de su edad y con los adultos. Y eso es valioso: hacemos vida social mientras estamos en la naturaleza”, reflexiona Adrián.
Alegría y orgullo
La escalada exige una perfecta comunicación entre el escalador y el asegurador; fomenta el trabajo en equipo; permite desarrollar habilidades para resolver problemas y ayuda a superar miedos. El marco -en la naturaleza y en la palestra de práctica- es un agregado que solidifica el lazo. “Es un cambio de aire; de compartir una película o una serie, como hacen muchos padres con sus hijos, nosotros salimos afuera a respirar aire natural, y compartimos un deporte en el que creamos más amigos. Yo, por ejemplo, no tengo compañeros que tengan familiares que compartan una actividad con un familiar, y esto es algo muy lindo. Me gusta toda la experiencia: salir de casa e ir en el auto escuchando música, parar a comprar la comida para el viaje, y hasta el momento en la roca. Ahí tenemos un espacio donde podemos compartir aún más”, afirma Giuliana.
El llegar a la meta es el momento culmine, y lo festejan ambos. “Es una gran satisfacción, como padre, de ver a tu hija subiendo y llegar a lo más alto. Es una alegría compartida: ella está al final de la vía, y yo festejo que todo su proceso estuvo bien”, dice Adrián, emocionado.
Oportunidades
“Siempre tuvimos una relación cercana, pero noto que esto nos ha acercado aún más”, considera Giulliana. El participar juntos de actividades significativas y placenteras crea recuerdos duraderos. La clave -destaca Adrián- está en hacerse un tiempito.
“Se trata de organizar las prioridades. Un padre tiene un montón de obligaciones, y vos quizá decís ‘está bien, lo veo (a mi hijo) a la noche, pero no priorizás el tiempo y el compartir. Yo veo que hay padres que prefieren hacer otra cosa, compartir con amigos y no con sus hijos. A mí me encanta estar con mis hijos, me encanta cuando salimos a la roca. Lo importante es hacerse un lugarcito, en medio de todas las cosas que uno tiene, para compartir con tu hijo y para acercarte. Si uno lo organiza, es posible”, resume.